lunes, 4 de febrero de 2008

Parte 3 de La Historia de Claire

Amaneció por fin y el Sol me despertó, asomándose entre las ramas de los árboles llenas de escarcha y nieve. Me levanté y fui a ver dónde estaba Flavio, cuando lo vi tumbado en el suelo, dormido. Me empecé a reír y me quedé mirando la cara de angelito que tenía. Me acerqué a él y le empecé a llamar.

--Flavio... Flavio... ¡Despierta Flavio! --le llamé mientras le daba con la mano moviéndole de lado a lado. A la tercera vez que le llamé ya se empezó a enterar.

--¿Eh...? ¡Ah... Claire! ¡Buenos días...! ¿Has dormido bien? --me preguntó Flavio medio adormilado.

--Sí, he dormido muy bien, pero ¿no eras tú quién me dijo que ya habías dormido lo suficiente? --le pregunté entre risas.

--Sí, fui yo, pero es que me entró el sueño de repente y me quedé dormido en el suelo.

--Bueno, pues levántate que ya es de día. --le dije con una sonrisa. Luego me quedé pensando y me vinieron a la cabeza mis padres.-- ¡¡Ay, madre!! ¡¡Tengo que irme al castillo ahora mismo!! ¡¡Mis padres estarán muy preocupados por saber dónde estoy!! --dije levantándome de repente y poniéndome una mano en la cabeza.

--Un momento, ¿has dicho castillo? ¿¿Vives en un castillo?? --me preguntó con los ojos abiertos del asombro.

--Sí, es que vivo en un castillo. Soy princesa. --le dije sonriendo.

--¡Guau! ¡Es increíble! Ya decía yo que eras demasiado educada y vestías muy bien como para ser de clase baja. --me dijo sonriendo.

--Bueno, ya hablaremos de eso en otro momento. Ahora tengo que volver a casa. Mis padres estarán muy preocupados. --dije mientras intentaba andar hacia otro lado para así salir del bosque y encontrar el castillo. Pero cuando iba a andar, Flavio me cogió de la mano, impidiendo que yo avanzara.

-¡Por favor, no te vayas Claire! Quédate un poco más. Es que... me lo he pasado muy bien contigo... y no quiero quedarme solo. Quédate un raro más, por favor.

Yo me di la vuelta y me quedé mirándole con una sonrisa. Era maravilloso y, aunque intentó disimularlo, yo me di cuenta de que él sentía algo especial por mí, al igual que yo por él.

--Está bien, me quedaré un poco más. Pero si me prometes dos cosas: la primera, que me ayudes a llegar a casa, y la segunda, que me vas a dejar presentarte a mis padres. ¡Estarán encantados de conocer a quién me salvó la vida!-le dije con una sonrisa, emocionada por saber su respuesta.
--Pero, ¿y si no les gusto? Yo soy un plebeyo y tus padres son de la nobleza, ¿crees que me van a aceptar? --me preguntó con inseguridad.

--¡Claro que sí! Mis padres sin muy amables con la gente, aunque esa gente sea de clase alta o de clase baja. Tú tranquilo. --le respondí con una sonrisa.

--De acuerdo. Me presentaré ante tus padres. --me dijo al fin Flavio, mirándome sonriente.

--¡Oooh! ¡Muchísimas gracias Flavio! --me dije emocionada corriendo hacia él para después darle un abrazo.

Sin darme cuenta nos dimos un cariñoso abrazo. Yo sentía vergüenza, pero también me sentía bien al ser abrazada por Flavio, así que no me separé de él. Él tampoco se separó de mí, quedándose callado, hasta que pasó un raro y nos separamos.

--Esto... ¿qué hacemos ahora? –le pregunté, sentándome en el suelo, para disimular lo del abrazo.

--Pues, no sé... háblame de ti. --me dijo con una sonrisa, mientras se sentaba a mi lado.

--Pues mira, mis padres son los reyes de Francia, y se llaman Jacques y Rose. Nací aquí en Francia y he vivido aquí toda mi vida. Tengo un hermano pequeño, que se llama Alexandre y tiene 14 años, y un gato de color pardo, que se llama Nono. Tengo el poder especial de poder hablar con mi gato, y él también pude hablar conmigo, pero no se lo digas a nadie, ¿vale? No trabajo en nada, solo estudio con la ayuda de un profesor particular que contrató mi padre para darme clases todas las mañanas. Me gusta mucho cantar, bailar, leer, sobre todo novelas de amor y de fantasía. También jugar con Nono y hacer de rabiar a mi hermano Alexandre.-dije riéndome a carcajadas. Después continué hablando.-- Y... ¿qué más puedo contarte...? ¿Sabes guardar un secreto? --le pregunté muy seria a Flavio, mirándole a los ojos.

--Sí, tranquila. Dime lo que quieras, te prometo que no se lo contaré a nadie. Puedes confiar en mí, palabra de Flavio. --me dijo con una sonrisa y una mirada sinceras.

--Está bien, te lo diré. Soy telequinética. La telequinesia es el poder de mover objetos con la mente, sin necesidad de tocarlos. Pero lo guardo en secreto y solo lo uso cuando estoy sola y cuando nadie me ve, porque tengo miedo de que me vea alguien y me juzgue como bruja o algo así. Por eso no quiero que se lo cuentes a nadie, pero confío en ti y sé que no lo vas a hacer. --le dije sonriéndole. Después de contárselo me sentí libre y me desahogué, por lo que ahora estaba más segura y sentía más confianza hablando con Flavio.

--Oye, ¿y puedes hacerme una demostración de eso de la telequinesia? Es que me gustaría verlo.

--De acuerdo, pero necesito concentrarme, así que no hagas ruidos. --le dije seria.

Cerré los ojos un momento, relajándome y respirando hondo para concentrarme lo máximo posible. Luego los abrí y busqué con la mirada algún objeto sólido que se pudiese coger con las manos, mientras Flavio me miraba impaciente por conocer mi extraño e increíble poder. Localicé una piedra que estaba tirada en el suelo y me concentré en él. Entonces con la ayuda de mi fuerza interior y el poder de la telequinesia la piedra se empezó a mover y comenzó a levantarse del suelo, levitando poco a poco hacia arriba. Flavio me miraba atónito al descubrir lo que podía hacer. Parecía no creérselo, como si estuviese en un sueño. Pasado un rato, dejé de concentrarme y la piedra cayó al suelo bruscamente. Entonces miré a Flavio y le dediqué una simpática sonrisa. Él me miró, todavía asombrado, y me devolvió la sonrisa.

--¡Eres increíble, Claire! Nunca había conocido a una persona tan especial como tú. --me dijo mirándome, todavía maravillado por lo que le demostré.

--¿En serio? --le pregunté creyendo que lo decía en broma, ya que me parecieron unas palabras demasiado hermosas como para ser ciertas.-- Tú también eres maravilloso Flavio. --le dije mirándole de nuevo a los ojos, pues lo dije con sinceridad. De repente me vino algo a la cabeza.

--Ya te he hablado mucho de mí, ¿por qué no me hablas ahora de ti?

--Pues no sé qué contarte, la verdad. --me dijo un poco cortado.

--¿Seguro? Estoy segura de que eres una caja de sorpresas. Venga... cuéntame cosas sobre ti... anda... --le dije mirándole con una sonrisa, intentando convencerle. Al final dio resultado.

--Está bien. --me dijo sonriéndome.-- Nací en Italia, pero me mudé aquí cuando tenía 9 años. Como sabes, vengo de una familia humilde. Vivo con mis padres en una pequeña cabaña de madera. Ellos se llaman Marco y Flora. Y tenemos un perro, al que llamamos Colin. No tengo hermanos ni demás familia. Trabajo como herrero, y cuando empecé a trabajar me hice esta espada, para defenderme. --dijo mientras me enseñaba su brillante espada. Con ella fue con la que luchó contra los lobos el día anterior. Después de hacer una pausa, continuó hablándome, no sin antes guardar la espada en su funda.

--Nunca he ido a una escuela, por lo que no sé leer ni escribir, pero me gustaría aprender a hacerlo. Me gusta mucho este bosque, por l o que suelo venir todos los días aquí con mi perro Colin. Hoy iba a venir también, pero amaneció enfermo y no ha podido venir conmigo, si no te o habría presentado. --me dijo sonriendo, aunque con cara de apenado. Supuse que era porque no había venido Colin, por lo que yo le hablé.

--Tranquilo Flavio, no pasa nada. Otro día me presentas a Colin y yo te presento a Nono. --le dije sonriendo, intentando animarle. Él me miró sonriente y asintió con la cabeza mientras me miraba. Luego se quedó un rato pensando.

--Ya no sé qué más contarte sobre mí... no se me ocurren más cosas. --me dijo mirándome con cara pensativa.

--No importa. Me basta con todo lo que me has dicho. --le dije sonriéndole. Después continué hablando.-- Flavio, ya me tendría que ir a mi casa. Es casi mediodía. ¿Qué te parece si vamos ya hacia mi casa?

--Me parece bien. --me dijo, sonriendo de nuevo. Después me volvió a hablar.-- Ven, sígueme. --me dijo mientras me cogía de la mano y tiraba de mí avanzando entre los altos árboles.

~.SaKuRa HaRuNo.~

miércoles, 30 de enero de 2008

Continuación de la historia

Hola a todos! xD

Continúo mi historia por donde la dejé ^^

Cuando los lobos estaban a punto de abalanzarse sobre mí, una persona que salió de la nada se puso delante de mí, y, sosteniendo una espada entre sus manos, empezó a atacar a los lobos.

No logré describirle mucho, ya que estaba de espaldas, pero sé que era un chico más o menos de mi edad, de unos 18 años. Era alto, moreno y con el pelo un poco largo y ondulado. Vestía con ropa sencilla, una camisa banca de manga larga, unos pantalones marrones y unas botas negras. En la cintura tenía un cinturón en el que también tenía la funda de la espada que sostenía.
Yo solo me quedé quieta un momento, viendo cómo aquel valiente chico luchaba contra los grandes lobos que me perseguían. Un rato después cerré los ojos y caí al suelo inconsciente.

Noté cómo alguien me cogía en brazos. Pensaba que lógicamente era el chico que me defendió, pero no podía abrir los ojos para comprobarlo, pues seguía sin conocimiento. Después ese alguien me dejó en el suelo otra vez.

Cuando empecé a abrir los ojos poco a poco y me desperté, tenía la idea de que era ya de día, pero me quedé sorprendida, ya que aún era de noche. Pero pronto iba a amanecer.

Me intenté levantar, pensando que aquel chico que me había salvado se había ido y me había dejado allí sola, ya que no veía no oía a nadie, pero me dolía mucho al cabeza y estaba agotada de tanto correr. También tenía el vestido lleno de manchas y de jirones por lo que no pude evitar quejarme.

--¡¡Ay!! ¡¡Mi cabeza!! ¡¡Me duele un mucho!! Y mi vestido... ¡¡Está roto!! ¡¡Aaah!! ¡¡¡Qué desgracia!!! --dije en voz alta mientras miraba mi vestido roto y me ponía la mano derecha en la cabeza por el dolor que sentía.

En ese momento vi al chico que me había salvado acercándose a mí. Seguro que fue porque habría oído quejarme.

--¡Por fin habéis despertado! ¿Os sentís bien? --me preguntó el chico con una voz amable y una sonrisa.

Me agradó mucho la reacción del chico, pero yo en vez de responderle amablemente, le contesté con el carácter que desgraciadamente heredé de mi padre.

--¿Qué si me siento bien? ¿Vos qué creéis? ¡Me duele muchísimo la cabeza todo el cuerpo entero me duele, se me ha destrozado un vestido carísimo y me he despeinado un peinado que a contado horas hacerse!, ¿creéis que puedo sentirme bien?
El chico se quedó sorprendido por mi contestación y puso cara enfadada, algo que me pareció normal.

--¿Encima de que os he salvado la vida me contestáis de ese modo? ¡Sois una desagradecida!

El chico parecía ofendido. Tenía razón. Él había sido un verdadero caballero al haberme salvado la vida, y yo me comporté como una egoísta. Me arrepentí mucho y por eso me disculpé educadamente.

--Tenéis razón, joven caballero. Discúlpeme por mi forma tan mal educada de tratarle. Me ha salvado la vida y yo le he tratado fatal. Muchas gracias por salvarme. --le dije, esta vez sonriendo y tratándole con respeto.

--No ha sido nada. Ya estoy acostumbrado a los ataques de lobos, y a otras clases de ataques.-me respondió de nuevo con una sonrisa, agachándose hacia el suelo para hacer una pequeña hoguera, la cual nos iluminaba lo suficiente para vernos y ver nuestro alrededor.

--Fuisteis muy valiente. ¿Cuál es vuestro nombre? --le pregunté con curiosidad.

--Mi nombre es Flavio Sabatini, ¿cuál es el vuestro?

--Yo me llamo Claire Dominé, encantada. --le dije haciendo una especie de reverencia.

La verdad es que me salió bastante mal, ya que seguía en el suelo. Él se acercó a mí y se sentó a mi lado.

--Claire, hermoso nombre. Al igual que vos. --me dijo sonriendo, mientras me miraba a los ojos.

En ese momento no dije nada, solo me quedé mirando sus ojos turquesa. ¡Eran preciosos! Me embobé con sus ojos, como si tuviesen un hechizo para que no pudiese dejar de mirarlos. En corazón me empezó cada vez a latir más fuerte por minutos empecé a sentir unas ligeras cosquillas en el estómago. Creo que él sentía lo mismo, pues sonreía y no dejaba de mirarme a los ojos, acercándose un poco más a mí.
Yo, sin darme cuenta, empecé a tutearle.

--Gra... gracias... Eres muy amable... --le dije tímidamente.

--No hay de qué. Oye..., me estás tuteano. –dijo riéndose, sin dejar de mirarme.

--Tú también a mí. --dije riéndome también.

--Será mejor que descanses un poco. ¿No decías que te dolía todo el cuerpo? --dijo todavía con una leve risa.

--Sí, es verdad. Y sigue doliéndome todavía un poco.

--Pues ya es hora de que te duermas. No queda mucho tiempo para que amanezca, y creo que no te va a gustar mucho dormir cuando sea de día. --dijo mientras se reía de nuevo.

Me levanté de donde estaba sentada hasta ahora y fui a recostarme la cabeza en una roca plana que vi por allí cerca. Cuando estaba a punto de dormirme vi a Flavio sentado delante de la hoguera y me extrañó.

--¿Qué pasa?, ¿es que tú no duermes de noche? --dije soltando una pequeña risa.

--No, no es eso. Es que yo dormí lo suficiente mientras tú estabas inconsciente. --dijo mirándome, mientras se reía.

--Buenas noches Flavio.-le dije mirándole con una sonrisa. --Y gracias otra vez por salvarme.

--Tranquila, fue un placer.-me dijo sonriendo. --Que descanses Claire.

Yo le volví a sonreír, cerré los ojos y me dormí.

~.SaKuRa HaRuNo.~

lunes, 28 de enero de 2008

Bienvenidos a mi blog!! ^-^

Hola a todos y a todas!!! ^_^

Pues hoy inauguro mi primer blog con un trozo de una historia que estoy escribiendo ^-^
Espero que os guste a todos!!! ^^


La historia de Claire

Esta historia comienza Francia (en el lugar donde se sitúa la actual ciudad de París), el 10 de Diciembre de 1.427.

Los días eran fríos y la nieve cubría toda la ciudad. Todo el mundo se ponía sus abrigos y chaquetas para salir a la calle. En esta época no había guerras, pero nadie sabía si pronto entraríamos en alguna guerra contra otro país.

Francia era increíblemente grande y preciosa. Me encantaba pasear por sus calles llenas de nieve, aunque la verdad es que no solía salir mucho a la calle.

Yo tenía 17 años y tenía una vida de lo más normal y aburrida, lo reconozco, aunque teniendo mucho dinero mis padres me podían comprar todo lo que yo quisiera y más. Mi vida era de lo más normal excepto por una cosa: desde hace algún tiempo tenía poderes. Tenía poderes de telequinesia, o lo que es lo mismo, podía mover objetos con la mente. Nunca se lo dije a nadie, pues tenía miedo de que mis padres se enterasen y no quería que lo supiese nadie, ni siquiera ellos.

Mi padre Jacques, era el rey de Francia, y mi madre Rose, era la reina. Tenía un hermano pequeño, Alexandre, de 14 años. También teníamos un gato de color pardo, que se llamaba Nono. Me gustaban mucho los caballos, pero mis padres no me regalaban uno. “Tal vez más adelante”, me decía siempre mi padre. Esperaba que más adelante me regalaran uno.

Todos queríamos mucho a Nono, sobre todo yo, que era le que más la cuidaba. Además tenía otro poder especial, pues podía hablar con Nono y él también conmigo.

Alexandre y yo no nos llevábamos muy bien, como la mayoría de los hermanos, aunque, en el fondo nos queríamos mucho.

Todos nos queríamos, aunque a veces teníamos enfados y peleas, que luego se arreglaban.

Vivíamos en un castillo muy grande, en el centro del país, y mi padre contrató a muchos sirvientes y sirvientas para que se encargasen de la limpieza y el orden del castillo.

Mi padre, que era muy serio y algo egoísta, no les solía dar mucho de comer a los sirvientes, pero yo les veía tan delgados, que cuando no me veía mi padre, yo les daba lo que me dejaba en mi plato cuando terminaba de comer.

Era una chica muy humilde y amable, según decía mi madre, aunque mi padre también me decía siempre que llegaría a ser una buena mujer en la vida.

También era ambiciosa y presumido, tanto que siempre pedía a mis padres que me compraran vestidos preciosos y joyas con diamantes, aunque mis padres no me dejaban llevar demasiadas joyas, ya que decían que era todavía muy joven para llevar muchas puestas .

Pero mi carácter ambicioso y exigente cambió de repente.

Todo comenzó un día cualquiera. Yo me levanté a la misma hora que siempre.
Me puse uno de los vestidos más sencillos que tenía, de color azul y blanco y de tirantes.
Una de mis sirvientas me hizo un recogido precioso con una especie de diadema de trenzas.

Desayuné y me fui a jugar un poco con Nono a uno de los pasillos del castillo. Yo le lanzaba una pelota parecida a un ovillo de lana, y él iba corriendo hacia la pelota, para cogerla y llevarla hasta donde yo estaba.
Un rato más tarde nos reunimos todos, a mediodía, en la gran mesa del salón para comer.

Los sirvientes llenaron la mesa de comida riquísima. Mientras comíamos los cuatro, yo me dirigí a mi padre.

--Padre, ¿puedo ir después de comer al bosque? --le pregunté pidiéndole permiso para salir.

--Sí, hija, puedes salir al bosque. Pero recuerda: no llegues muy tarde a casa, ni te adentres mucho en el bosque, no queremos que te pierdas y no sepas volver al castillo. --me respondió, mirándome serio.

--Tranquilo padre, no me pasará nada, y no vendré tarde. --le respondí mientras me terminaba de comer el pastel que había de postre.

--Y abrígate bien para salir, no vaya a ser que te resfríes y tengas que estar una semana entera en cama. --me aconsejó mi madre.

--Tranquila madre, me llevaré un abrigo. --la respondí yo levantándome de la mesa y limpiándome la boca con una servilleta.

Me despedí de mis padres, dándole dos besos a cada uno, y me despedí de mi hermano Alejandro con un simple “adiós”, ya que no me apetecía darle a él también dos besos.

--¿A mí no me das besos, hermanita? --me preguntó Alexandre con voz burlona.

--No gracias, ¿no te basta con el adiós?

Él no me dijo nada, pero yo le miré con una pequeña sonrisa, y después le saqué la lengua. Él hizo lo mismo, pero le ignoré.

Cuando salí del castillo, recordé las palabras de mi madre: “Y abrígate bien para salir”, ya que hacía mucho frío, por lo que me puse rápidamente mi abrigo y me encaminé hacia el bosque.

El bosque estaba justo al lado del castillo y estaba lleno de altos árboles llenos de hojas, recubiertas de una blanca y luminosa nieve.

Era bastante grande y, por lo que no solía adentrarme mucho en él, por si me perdía. Pero esta vez algo me hizo adentrarme más al bosque que otras veces.

Iba caminando cuando vi una ardilla correteando y saltando ágilmente de roca en roca. Yo la seguí, y ahora reconozco que no tendría que haberlo hecho. Me fui adentrando más y más en el gran bosque, mientras perseguía a la pequeña ardillita con la intención de cogerla y jugar con ella.
De repente perdí de vista al pequeño animal. Miré a todos lados, y me di cuenta de que me había perdido. Intenté andar en dirección contraria a cuando había llegado hasta allí, retrocediendo un poco, pero no encontraba una salida. No sabía si seguir caminando sin rumbo o quedarme allí hasta que alguien me encontrara, pero como el bosque estaba desierto y nadie estaría por allí, decidí seguir caminando hacia ningún sitio en concreto. Estaba anocheciendo y hacía más frío que antes, por lo que me abrigué aún más.
De repente oí a lo lejos el aullido de un lobo. Yo me di la vuelta bruscamente, asustada por aquel aullido. Miré a todos lados, pensando que el lobo me había visto. Empecé a andar de nuevo, pero esta vez más rápidamente, nerviosa.
El lobo empezó a seguirme. Yo me puse más nerviosa todavía. Me di la vuelta, y descubrí que no era perseguida por un lobo, sino por cuatro lobos más. Muerta de miedo, empecé a correr mientras gritaba con todas mis fuerzas.
De vez en cuando miraba para atrás, pero solo veía a cinco grandes y feroces lobos que corrían y corrían detrás de mí para alcanzarme y devorarme.

Yo seguía corriendo cuando me resbalé con la nieve caí al suelo, manchándome y rompiéndome el traje, y despeinándome el precioso peinado que me había hecho la sirvienta con tanto cariño y esmero.

Ya en el suelo, miré hacia el frente y vi cómo los lobos se acercaban a mí corriendo y dispuestos a abalanzarse sobre mí sin piedad. Yo, presa del pánico y de la desesperación, grité casi más fuerte que antes, con la esperanza de que alguna persona que estuviese cerca se acercara a ayudarme, pero nadie aparecía. Puse los brazos delante de mi cuerpo, en señal de defensa y vi algo que me asombró.

Mañana seguiré poniendo otro trozo.

Espero que les haya gustado!!! ^^

Muchos besos para todos!!! ^^
Gracias por pasaros!! ^-^

~.SaKuRa HaRuNo.~